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miércoles, 12 de mayo de 2010

París, nous t'aimons


Finalmente, y después de 11 Final Four, el Regal FC Barcelona consiguió su segundo título de la Euroliga. Y fue en París, una ciudad que, hasta ahora, ha mantenido una relación de amor y odio con el club azulgrana. En el año 1991 y 1996, el Barcelona sucumbió ante el KK Split -más conocido como Jugoplastica- y el Panathinaikos respectivamente. Pero a la tercera fue la vencida. Lejos quedaron los múltiples episodios fallidos del equipo catalán en la máxima competición europea (Jugoplastica, Virtus Roma, Panathinaikos y el propio Olympiakos) y, por fin, el anhelado trofeo fue a parar a manos barcelonistas.

Este año, a diferencia de anteriores, había una confianza, una seguridad en este equipo. ¿Por qué? Porque de 22 partidos jugados en la competición, sólo habían perdido dos, uno de ellos por un punto en Belgrado contra el Partizán, con el polémico video del final de partido incluido.
Y es que los de Xavi Pascual ya demostraron en las semifinales contra CSKA de Moscú que la historia era muy diferente a la del año pasado: el protagonismo fue para la defensa del Barcelona, excelente, y tanto Khryapa -mejor jugador defensivo de la competición-, como Siskauskas -verdugo el año pasado de los azulgrana, con 29 puntos-, además de jugadores importantes como JR Holden o Langdon, no pudieron hacer nada contra el poderío azulgrana. Y acabaron sucumbiendo por 64-54.

Daba la sensación de que el conjunto moscovita podría ser el escollo más duro para los catalanes, pese a haber perdido a jugadores importantes -Lorbek y Morris visten ahora la camiseta del Barça- y a su entrenador, Ettore Messina. Pero, a pesar de ello, fueron superados en casi todo el partido por un Barcelona con muchos recursos. Mientras tanto, en la otra semifinal, Olympiakos sufrió más de lo esperado para doblegar al Partizán, por 83-80, después de una prórroga. ¿Reflejo de lo que podría verse en la final?

En esta edición, todo parecía indicar que el Regal FC Barcelona sería el equipo que se llevaría el torneo. Las razones eran múltiples: París le debía una al Barça, el único título continental de los helenos fue a costa del equipo catalán en el 97, y porque este año, probablemente, el Barcelona contaba con la plantilla más compensada y completa de toda su historia. En años anteriores, la profundidad de banquillo no se correspondía con la determinación y la calidad de los componentes de este año. Y el resultado había sido que grandísimos jugadores, como Solozábal, Epi, Jiménez, Norris, y compañía, además de otros grandes clásicos como Djordjevic, Karnisovas o Middleton, entre muchos otros, habían visto cómo sus esfuerzos para ser campeones no habían sido suficientes.

Sólo en 2003, con la aportación del genio serbio Dejan Bodiroga y la de la "Garza de Kranj" Gregor Fucka, como principales incorporaciones al club, lideraron al equipo para ganar su primera Euroliga de su historia. A estos dos jugadores se le unían un jovencísimo Juan Carlos Navarro y a un ya consolidado Sarunas Jasikevicius, que más tarde acabaría ganando tres cetros más con Maccabi y Panathinaikos. Y si a todo ello se les suma la aportación de Nacho Rodríguez, Roberto Dueñas bajo aros, a los luchadores Femerling y Delafuente, y la frescura de un joven talento como Varejao, el resultado no podía ser otro que el del triunfo. Y todo ello ante 16.000 almas en el Palau Sant Jordi animando a los jugadores entonces entrenados por Svetislav Pesic.

Pero, en esta ocasión, el Barça de Ricky y Navarro no necesitaron jugar en casa para imponerse. Desde un principio, la escuadra catalana jugó un baloncesto brillante, al contrario que contra el CSKA, y los jugadores se mostraron menos nerviosos. Ya desde el primer cuarto se apreciaba que Olympiakos lo iba a tener muy crudo para poder parar el alud azulgrana. Teodosic, el jugador más valorado de la Euroliga, se cargó de personales y acabó desquiciado; Childress, el jugador mejor pagado de la historia de la ocmpetición, estuvo muy bien defendido a pesar de sus 15 puntos, y Kleiza, el máximo anotador el equipo griego, prácticamente no tuvo facilidades de cara a canasta.

Navarro demostró que es el mejor jugador de Europa con sus intervenciones providenciales en los momentos más complicados y Ricky, con sus robos, asistencias y puntos, que le queda muy poco en la ACB y Europa. Pero no estuvieron solos. Un majestuoso Mickeal se puso el equipo a sus espaldas cuando nada funcionaba, N'Dong y Vázquez fueron dominadores de los aros, Morris hizo el trabajo "sucio" a la perfección, Lorbek apareció para rematar desde 6'25 y Sada y Grimau hicieron un trabajo impagable junto a Ricky. Y el Barça, cómo no, se llevó su segunda Euroliga. Y por 18 puntos de diferencia (86-68). Esta vez, el protagonista no fue David Rivers (mejor jugador del 97); lo fue Navarro, MVP de la final, y un gran equipo de baloncesto así como humano, guiado sabiamente por Xavier Pascual, un técnico de la casa que ha demostrado que no tiene nada que envidiar a los técnicos del este. Y todo ello, en un marco incomparable como la capital francesa. París, nous t'aimons...

jueves, 22 de abril de 2010

El último y mayor reto de Guardiola


El pasado martes, el FC Barcelona recibió el mayor mazazo de la era Guardiola. Desde que el de Santpedor dirige al equipo azulgrana, hace casi dos años, nunca se había perdido por una diferencia superior a un gol. Pero ocurrió, justamente en el partido más importante de la presente temporada. Los italianos aplicaron como nunca el sistema del repliegue y rápido contraataque, y el Barcelona, falto de la intensidad necesaria ante un partido de tal calibre, se vio sorprendido ante las acometidas rivales y el planteamiento del entrenador nerazurro, Jose Mourinho.

El árbitro barrió muy claramente a favor del conjunto de casa: mostró más tarjetas a los visitantes (5) que a los locales (2), se comió un fuera de juego de Diego Milito en el tercer gol y no vio penalti en la caída de Piqué ni en la de Alves, ésta última, sancionada, con cartulina amarilla para el propio brasileño. Se dice, se comenta, que el técnico luso podría haber charlado con el colegiado, también portugués y con quien parece ser que tiene una amistad, durante la media parte, para indicarle el camino a seguir.

Sin embargo, y pese a que estos factores pudieron tener su porcentaje de protagonismo en el partido, el Barcelona debe hacer autocrítica; sólo así puede encarar el encuentro de vuelta de la forma más apropiada. Y Guardiola lo sabe a la perfección. Porque, obviamente, el Barcelona no perdió por el árbitro; lo hizo porque no fue el que ha enamorado día a día a los aficionados del balompié. Evidentemente, parte de ello es mérito de Mourinho, que supo cómo anular a Xavi y Messí, y de sus jugadores, que ejecutaron perfectamente su esquema de juego en el campo.

Guardiola afrontará su semana más difícil desde que ocupa el cargo de entrenador del FC Barcelona. Sobre él recae ahora la presión del tener que remontar para poder estar en la gran final del Bernabéu, elemento añadido que hace que sea aún más necesaria o antojada, si cabe, una remontada contra el Internazionale. No hay que engañarse, es una empresa difícil, pero, al mismo tiempo, todo el mundo sabe que el único equipo capaz de remontar al campeón transalpino un 3-1 adverso ese es el Barcelona. Y lo más importante: tanto jugadores como entrenador azulgranas están muy heridos.
Después de haber cosechado éxito tras éxito, con los seis títulos posibles en un año, y de haberlo hecho, en diferentes ocasiones, con todo en contra, ahora ya sólo le queda a Guardiola una remontada histórica para llenar su cupo de hazañas.

El club ya ha vivido varias noches mágicas en el Camp Nou y ya ha remontado el mismo marcador en contra. En la temporada 93/94 el Dream Team venció al Dinamo de Kiev por 4-1 en el partido de vuelta, en una magistral demostración de fútbol, quizás la mejor en muchos años. La otra víctima del coliseo barcelonista fue el Chelsea, en el año 2000, que se vio sometido a un 5-1 final después de llegar a la prórroga.

En el fútbol todo puede ocurrir, más aún si hablamos de dos grandísimos equipos y de los, probablemente, dos mejores entrenadores del mundo. Puede que el Inter marque un gol y el trabajo del Barça se vaya al traste, que el Barça gane 2-0 sufriendo hasta el último latido, que cualquiera de los dos equipos parezca clasificado hasta el último minuto o que haya una goleada inesperada por parte de cualquiera de ambos.
Pero el míster azulgrana y sus pupilos saben que están ante una oportunidad histórica de hacer algo grande, muy grande: poder acceder y ganar la final de la Champions en territorio comanche y, de paso, ser el único equipo que gana dos veces seguidas la competición desde que en 1993 cambiara de formato y se denominara Champions League.

Queda casi una semana para el decisivo encuentro del miércoles, pero la cabeza de Pep Guardiola y de los jugadores ya está centrada en los 90 minutos de la vuelta. El Inter depende de sí mismo, y tiene la eliminatoria bien encarrilada. Pero, cuidado, pocas veces el conjunto culé saldrá con tanto afán de victoria y, a su vez, de revancha. Y todo ello con 90.000 almas que apoyarán como nunca a su equipo. Una explosiva mezcla para cualquier oponente…