El pasado martes, el FC Barcelona recibió el mayor mazazo de la era Guardiola. Desde que el de Santpedor dirige al equipo azulgrana, hace casi dos años, nunca se había perdido por una diferencia superior a un gol. Pero ocurrió, justamente en el partido más importante de la presente temporada. Los italianos aplicaron como nunca el sistema del repliegue y rápido contraataque, y el Barcelona, falto de la intensidad necesaria ante un partido de tal calibre, se vio sorprendido ante las acometidas rivales y el planteamiento del entrenador nerazurro, Jose Mourinho.
El árbitro barrió muy claramente a favor del conjunto de casa: mostró más tarjetas a los visitantes (5) que a los locales (2), se comió un fuera de juego de Diego Milito en el tercer gol y no vio penalti en la caída de Piqué ni en la de Alves, ésta última, sancionada, con cartulina amarilla para el propio brasileño. Se dice, se comenta, que el técnico luso podría haber charlado con el colegiado, también portugués y con quien parece ser que tiene una amistad, durante la media parte, para indicarle el camino a seguir.
Sin embargo, y pese a que estos factores pudieron tener su porcentaje de protagonismo en el partido, el Barcelona debe hacer autocrítica; sólo así puede encarar el encuentro de vuelta de la forma más apropiada. Y Guardiola lo sabe a la perfección. Porque, obviamente, el Barcelona no perdió por el árbitro; lo hizo porque no fue el que ha enamorado día a día a los aficionados del balompié. Evidentemente, parte de ello es mérito de Mourinho, que supo cómo anular a Xavi y Messí, y de sus jugadores, que ejecutaron perfectamente su esquema de juego en el campo.
Guardiola afrontará su semana más difícil desde que ocupa el cargo de entrenador del FC Barcelona. Sobre él recae ahora la presión del tener que remontar para poder estar en la gran final del Bernabéu, elemento añadido que hace que sea aún más necesaria o antojada, si cabe, una remontada contra el Internazionale. No hay que engañarse, es una empresa difícil, pero, al mismo tiempo, todo el mundo sabe que el único equipo capaz de remontar al campeón transalpino un 3-1 adverso ese es el Barcelona. Y lo más importante: tanto jugadores como entrenador azulgranas están muy heridos.
Después de haber cosechado éxito tras éxito, con los seis títulos posibles en un año, y de haberlo hecho, en diferentes ocasiones, con todo en contra, ahora ya sólo le queda a Guardiola una remontada histórica para llenar su cupo de hazañas.
El club ya ha vivido varias noches mágicas en el Camp Nou y ya ha remontado el mismo marcador en contra. En la temporada 93/94 el Dream Team venció al Dinamo de Kiev por 4-1 en el partido de vuelta, en una magistral demostración de fútbol, quizás la mejor en muchos años. La otra víctima del coliseo barcelonista fue el Chelsea, en el año 2000, que se vio sometido a un 5-1 final después de llegar a la prórroga.
En el fútbol todo puede ocurrir, más aún si hablamos de dos grandísimos equipos y de los, probablemente, dos mejores entrenadores del mundo. Puede que el Inter marque un gol y el trabajo del Barça se vaya al traste, que el Barça gane 2-0 sufriendo hasta el último latido, que cualquiera de los dos equipos parezca clasificado hasta el último minuto o que haya una goleada inesperada por parte de cualquiera de ambos.
Pero el míster azulgrana y sus pupilos saben que están ante una oportunidad histórica de hacer algo grande, muy grande: poder acceder y ganar la final de la Champions en territorio comanche y, de paso, ser el único equipo que gana dos veces seguidas la competición desde que en 1993 cambiara de formato y se denominara Champions League.
Queda casi una semana para el decisivo encuentro del miércoles, pero la cabeza de Pep Guardiola y de los jugadores ya está centrada en los 90 minutos de la vuelta. El Inter depende de sí mismo, y tiene la eliminatoria bien encarrilada. Pero, cuidado, pocas veces el conjunto culé saldrá con tanto afán de victoria y, a su vez, de revancha. Y todo ello con 90.000 almas que apoyarán como nunca a su equipo. Una explosiva mezcla para cualquier oponente…
El árbitro barrió muy claramente a favor del conjunto de casa: mostró más tarjetas a los visitantes (5) que a los locales (2), se comió un fuera de juego de Diego Milito en el tercer gol y no vio penalti en la caída de Piqué ni en la de Alves, ésta última, sancionada, con cartulina amarilla para el propio brasileño. Se dice, se comenta, que el técnico luso podría haber charlado con el colegiado, también portugués y con quien parece ser que tiene una amistad, durante la media parte, para indicarle el camino a seguir.
Sin embargo, y pese a que estos factores pudieron tener su porcentaje de protagonismo en el partido, el Barcelona debe hacer autocrítica; sólo así puede encarar el encuentro de vuelta de la forma más apropiada. Y Guardiola lo sabe a la perfección. Porque, obviamente, el Barcelona no perdió por el árbitro; lo hizo porque no fue el que ha enamorado día a día a los aficionados del balompié. Evidentemente, parte de ello es mérito de Mourinho, que supo cómo anular a Xavi y Messí, y de sus jugadores, que ejecutaron perfectamente su esquema de juego en el campo.
Guardiola afrontará su semana más difícil desde que ocupa el cargo de entrenador del FC Barcelona. Sobre él recae ahora la presión del tener que remontar para poder estar en la gran final del Bernabéu, elemento añadido que hace que sea aún más necesaria o antojada, si cabe, una remontada contra el Internazionale. No hay que engañarse, es una empresa difícil, pero, al mismo tiempo, todo el mundo sabe que el único equipo capaz de remontar al campeón transalpino un 3-1 adverso ese es el Barcelona. Y lo más importante: tanto jugadores como entrenador azulgranas están muy heridos.
Después de haber cosechado éxito tras éxito, con los seis títulos posibles en un año, y de haberlo hecho, en diferentes ocasiones, con todo en contra, ahora ya sólo le queda a Guardiola una remontada histórica para llenar su cupo de hazañas.
El club ya ha vivido varias noches mágicas en el Camp Nou y ya ha remontado el mismo marcador en contra. En la temporada 93/94 el Dream Team venció al Dinamo de Kiev por 4-1 en el partido de vuelta, en una magistral demostración de fútbol, quizás la mejor en muchos años. La otra víctima del coliseo barcelonista fue el Chelsea, en el año 2000, que se vio sometido a un 5-1 final después de llegar a la prórroga.
En el fútbol todo puede ocurrir, más aún si hablamos de dos grandísimos equipos y de los, probablemente, dos mejores entrenadores del mundo. Puede que el Inter marque un gol y el trabajo del Barça se vaya al traste, que el Barça gane 2-0 sufriendo hasta el último latido, que cualquiera de los dos equipos parezca clasificado hasta el último minuto o que haya una goleada inesperada por parte de cualquiera de ambos.
Pero el míster azulgrana y sus pupilos saben que están ante una oportunidad histórica de hacer algo grande, muy grande: poder acceder y ganar la final de la Champions en territorio comanche y, de paso, ser el único equipo que gana dos veces seguidas la competición desde que en 1993 cambiara de formato y se denominara Champions League.
Queda casi una semana para el decisivo encuentro del miércoles, pero la cabeza de Pep Guardiola y de los jugadores ya está centrada en los 90 minutos de la vuelta. El Inter depende de sí mismo, y tiene la eliminatoria bien encarrilada. Pero, cuidado, pocas veces el conjunto culé saldrá con tanto afán de victoria y, a su vez, de revancha. Y todo ello con 90.000 almas que apoyarán como nunca a su equipo. Una explosiva mezcla para cualquier oponente…