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lunes, 19 de octubre de 2009

El ocaso del color celeste

Después de la final del Mundial de 1950, Uruguay se fue desvinculando de su espíritu.
En estos días, el esférico de La Celeste corre por inercia. El balón uruguayo está aburrido, está exento de líneas maestras y de sabia nueva que le inyecte ilusión y naturalidad. Su balompié pasó de una práctica deportiva natural y espontánea de antaño, a una bombonera mediatizada, tecnificada, en que lo que se busca no es ganar, sino que no te ganen. He aquí un síntoma de su enfermedad. Y lo peor es que esto ocurre en muchas selecciones y clubes del mundo. Y el victimismo nos lleva a la autocomplacencia y ésta… al Uruguay de hoy en día. ¿Su lema? Si nos crean peligro, patada y solucionado. Lo de intentar ser mejores y meter más goles ha quedado en un recuerdo romántico. Es un fútbol cosmopolita, modernizado, quizás en demasía, lo que añade una dificultad añadida: encontrar una correcta sintonía entre un colectivo que, esparcido por todo el globo, se reúne a trompicones y en espacios de tiempo muy cortos. Pero nunca es tarde para volver a jugar al fútbol, como en los campos de deporte, con sentimiento y desarraigo del pasado. Entonces será cuando su canto del cisne nunca habrá tenido lugar antes y la esencia de Obdulio Varela quede más cerca.

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