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lunes, 19 de octubre de 2009

Fútbol


¿Por qué este deporte derrocha tanta pasión y entusiasmo en millones de ciudadanos? Las respuestas no tardan en llegar y, aunque éstas llenarían páginas y páginas de contenido, aquí va sólo una diminuta y humilde muestra.
El fútbol es el único deporte que se juega con los pies y, a diferencia de los demás, requiere de tan sólo un objeto ovalado (redondo, en según qué países es mucho pedir) para su práctica, sin importar su tamaño o material.
El balompié otorga espectáculo y el no saber nunca, o casi nunca, lo que puede suceder; un gol puede tirar al traste el trabajo cuidado y obsesivo de las estrategias de un entrenador, un equipo de obreros puede noquear a un confiado equipo de talentos, una liga se puede decidir en un penalti en el último minuto de descuento del último partido, una final de Champions League puede perderse encajando dos dianas en los últimos 120 segundos… En términos meramente deportivos, se podría confeccionar una larga lista de acontecimientos similares que hacen del fútbol un deporte diferente. Evidentemente, el buen trabajo y la calidad de los jugadores, guiados por un buen entrenador y un entorno adecuado, minimizan el factor sorpresa o las debilidades de un equipo, pero los intangibles del fútbol siguen ahí, y eso es lo que lo hace grande. Beneficie a unos o perjudique a otros.
El fútbol, además, es integrador; no entiende de idiomas, fronteras o clases sociales. Es capaz de propiciar una interacción social entre culturas muy diferenciadas y una luz de esperanza y motivación para aquellos que no tienen casi nada. Pero también entra en el terreno de los sentimientos; puede crear odios o historias de amor. Es el amante deseado y odiado en muchos hogares en la fiebre de los sábados noche, y el amigo ideal o impertinente de las meriendas domingueras --según se mire, claro--.
El llamado deporte rey asimismo tiene efectos medicinales en la sociedad; para los niños es la motivación de afrontar una dura sesión escolar y llegar a casa contentos por ver a los ídolos de sus cromos jugar y triunfar; para los adultos, el opio al estrés laboral y la mejor excusa para desahogarse con una buena cerveza. Incluso tiene utilidades, como la de los más futboleros, que adquieren la curiosa virtud de situarse en el tiempo contando o restando años según la celebración de Mundiales, Eurocopas o hitos de sus equipos, o la de huir de citas familiares incómodas con el pretexto de que hacen el partido por la tele.
Y es que, ¿quién dijo que el fútbol era aburrido?

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